lunes, 12 de julio de 2010
Desde un petate
He estado dele que dele a la Rayuela y, te lo confieso, Julito se las trae y a lo mejor tenés razón que de algo nos sirve lo cojos para desarrollar habilidades literarias.
Y Julito habla y habla de lo locos que estamos. Y te digo que tiene razón. Digo, eso lo sabe uno a medias y de vez en cuando (a lo mejor cuando es día de perseguir a una paloma lo sabe más). Estamos locos yo. Estamos locos vos. Mis amiges. Estamos locos nosotros. Porque hay que estar locos para buscar tirarse de uno mismo y si va bien la cosa caer en los brazos del otro, siempre ramas Julito.
Y tiene uno que estar loco para creer en pequeñeces. Y hiba a ponerme a dar hejemplos de las pequeñeces que no son tan pequeñas pero qué pereza las personas que quedan como con baba de lo que estén comiendo. Entonces no. Vos sabés como qué.
Entonces después de que el mar llega a las señoras bien-peinadas-panza-adentro porque a nadie se le ocurre que al mar no le interesa si vos no creías que la marea estaba así de alta porque al final a lo mejor ni el mar tenía planeado llegar hasta ahí hasta que le tocó decirle "salí, salí" a la que le seguía al entierro espuma de allá al final. Entonces el mar decide sorprender-se y esas son las cosas pequeñas que no son tan pequeñas (así de baba se me quedan. siempre caigo al final).
Después de que llega el mar, digo que sí. Que estamos locos. Y que es riquísimo estar loco incluso cuando estamos despiertos. Así de locos que nos encontramos y henos acá que seguimos en esto que llamamos encontrarnos.
Y a lo mejor el mar sos vos y entonces gracias por la locura.
Y Julito habla y habla de lo locos que estamos. Y te digo que tiene razón. Digo, eso lo sabe uno a medias y de vez en cuando (a lo mejor cuando es día de perseguir a una paloma lo sabe más). Estamos locos yo. Estamos locos vos. Mis amiges. Estamos locos nosotros. Porque hay que estar locos para buscar tirarse de uno mismo y si va bien la cosa caer en los brazos del otro, siempre ramas Julito.
Y tiene uno que estar loco para creer en pequeñeces. Y hiba a ponerme a dar hejemplos de las pequeñeces que no son tan pequeñas pero qué pereza las personas que quedan como con baba de lo que estén comiendo. Entonces no. Vos sabés como qué.
Entonces después de que el mar llega a las señoras bien-peinadas-panza-adentro porque a nadie se le ocurre que al mar no le interesa si vos no creías que la marea estaba así de alta porque al final a lo mejor ni el mar tenía planeado llegar hasta ahí hasta que le tocó decirle "salí, salí" a la que le seguía al entierro espuma de allá al final. Entonces el mar decide sorprender-se y esas son las cosas pequeñas que no son tan pequeñas (así de baba se me quedan. siempre caigo al final).
Después de que llega el mar, digo que sí. Que estamos locos. Y que es riquísimo estar loco incluso cuando estamos despiertos. Así de locos que nos encontramos y henos acá que seguimos en esto que llamamos encontrarnos.
Y a lo mejor el mar sos vos y entonces gracias por la locura.
es lo único mío.
Así, gastado y todo,
con sus pozos de tiempo,
sus lunares testigos,
su archivo de caricias
y sus escalofríos.
Mi cuerpo abre los ojos
y se intuye, se mide,
abre los brazos
y se despereza,
abre los puños
y se desespera.
Se somete a la ducha,
esa copia inexperta
de la cándida lluvia
y se limpia de nadas
y de espumas.
Mi cuerpo se transforma
en mi cuerpo de veras:
vale decir mi cuerpo de Ana.
Tiene memoria de sus manos finas
más de pianista que de guerrillera,
de su cintura trémula y benigna,
de su fervor de cicatrices huellas,
de sus piernas abiertas al futuro,
de su onfalo ceñido, misterioso
como nudo de cábala
o remanso nocturno.
Mi cuerpo de Ana
a veces se contagia de Ana
y se confunde con su levedad.
Confieso y me confieso
que en el silencio ingrávido del alba
vacío como siempre en mi desvelo
me planteo una duda sin bengala:
cómo será para Ana
su cuerpo de Diego,
cómo será para Ana
mi cuerpo de placer,
moldeado por ella,
anuncio de estas manos
que a su vez la moldean.