jueves, 20 de junio de 2013

Volante

Corría con la bola y lograba mandarme a aquel mamulón que era de los mejores que teníamos los del 89, te lo juro, no que sea leyenda porque nunca lograba gol, pero me lo bailaba. Correr con la bola es riquisimo porque correr es riquisimo, sentir el aire en la cara que te despeina o te levanta y saber que las piernas no te dan más, o dejar de sentirlas.

Me lo bailaba.

Hasta que nos metieron al equipo y hagan este ejercicio por favor amárrese los tacos por debajo, no así no, vea usted va por la banda derecha y se queda en el medio campo. Cono aquí y allá, pase de empeine y todavía no hay goles. En mi cabeza de ese par de años solo queda la incapacidad para amarrar los cordones infinitos, el tutúntutún el segundo antes del pitazo. Y esa vez, aquella única vez que logré escapar con la bola como si no hubiera mañana.

Ahora los impulsos son leves. De repente unas ganas de oler zacate y enfrentarse a hombres anónimos de curso de verano aleluya a los que no les importaba mucho que uno fuera mujer. Solo a aquel de los ojos oscuros, a ese que sí le importara todos los eneros, que llegara el primer día y que le importara que fueras mujer.

Nunca gol.

Te siento así ahora que escribo, tiesa. Como magullada de tanta cuerda y pasándola de empeine. Cuando querés desbocarte. Deberías prohibirte los mecates, o los tacos.
Publicado por Ana I. en 19:56 |  

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